Ha llegado
una vez más, luego del progresivo y prudente silencio de un par de meses, el
tiempo de volver a sentir los clamores que este proyecto dedálico nos trae.

   Como no podía
ser menos, este número trae una salvedad que quizás sea mejor pasarse por alto:
se hablaba de un monstruo de siete cabezas, sin embargo preferimos ahora hablar
de lo monstruoso.

   La logia
recae aquí una vez más en las atrocidades que le son ya material diario, no con
el afán de superar a los precursores, sino quizás de olvidar toda lógica
cronológica (valga la redundancia) y establecerse no como los peldaños de una
escalera o las vías de un tren ideológico sino más bien como la baranda o los
durmientes, como todo punto transversal, como un punto de apoyo, como la innecesariedad
histórica devenida objeto material.

   ¿Se pusieron
a pensar alguna vez en esos agarres que existen en las duchas para que la gente
no se golpee? ¿Imaginaron alguna vez una ducha desnuda de ellos? Bueno, más o
menos así.

   Como no puede
ser de otra forma y, aunque quizás haya pasado desapercibido, el proyecto (que
siempre es proyecto de algo que se escabulle) no es propio de Ícaro sino más
bien de Dédalo. No pensamos en el Ícaro rabioso de hybris que quiere llegar más lejos que cualquier hombre, tampoco en
el Dédalo que sólo cumple en el relato un rol de coerción, sino más bien en
aquel que conoce lo que es suyo y extrae la grandeza de lo propio y de lo ajeno
cuando el otro se distrae.

   No
casualmente el remedo de esta joven congregación con quien ha sido, es y será
su padre y figura redentora, el archiduque Stanislav Wolfgang von Präuse, quien
ya desde su nombre parece haber sido ungido con la grandeza de los seres
anónimos y eternos. Su doble acepción de “ser glorioso” y “bandada de lobos” describe
no sólo al filántropo egoísta vienés sino también a su horda de seguidores.

   En esta
ocasión traemos un breve modo de ver que refleja también la idea que esta
revista quiere portar como estandarte:

 

Para celebrar el arte, debe uno, como
método ineludible, ser uno con el arte. Se deberá por ello, fundirse con las
obras maestras. Esto se consigue de una manera harto curiosa. Deberá defecarse
sobre los lienzos de Füssli, sonarse la nariz con las páginas de Pólotski,
masturbarse y desparramar el semen sobre las páginas de Daudet, orinarse sobre
las páginas de Stendhal, hacerse cortes con hojas de afeitar y salpicar de
sangre las páginas de Buchner, sometiendo, en fin, al arte a un proceso de
degradación que no será otra cosa que la humanización.”

 

(Textos parciales recogidos de von Präuse
pertenecientes a su Fernen stern).

 

   Es, siempre
lo ha sido, la impronta que navega también en este número de la revista –que a
manera de homenaje también se asume como turba– y nos cuenta, entre otras
cosas, un poco de todo eso que el texto del vienés pone en el lugar de comunión
con el arte.

   Para este
amplio y esperado número, tenemos seis textos de quienes firman la revista y
administran con igual tesón la pluma (o el teclado) y la guillotina.

 

   En “Las musas de Bergman”, Rafael Arce intenta, en un muestreo de
mujeres del séptimo arte, traducir sus inclinaciones afectivas por las
criaturas femeninas del universo bergmaniano a conceptos y, por supuesto, como
no puede ser de otro modo, tratándose de Bergman y de mujeres, fracasa. En “
Horace and
Pete, el tiempo todo entero
”,
Emiliano Rodríguez Montiel se adentra, como un arqueólogo excavador, en
el reloj sin cuerda de Horace and Pete.
En sintonía con las discusiones actuales en torno al tiempo y lo contemporáneo,
R. Montiel alumbra los engranajes temporales de la serie de Louis C. K.
arriesgando una lectura en clave anacrónica.

   Un bloque
armado desde el título por la melancolía unifica los textos de Juan Pablo
Descalzo
y Bruno Grossi, el primero en “
Melancolía uruguaya”, aún sin definir bien de qué modo, quiere resaltar,
recordar o quizás solo recomendar un cuento de Onetti. Parecido, pero con un
trabajo mucho más concreto y arduo, es lo que realiza Bruno Grossi, que con su
texto “
Los años de
la melancolía
” nos hace un
breve pero profundísimo repaso, digno de un personaje borgeano, en el que
intenta analizar un período complicado de nuestro país: la crisis post 2001 y
el impacto que ocasionó en el arte en general (nos habla de literatura, cine,
música y arte), sin salirse de su eje y consciente de dos grandes verdades. La
primera de ellas, que vivió también como nosotros esos años y estos impactaron
en nosotros; la segunda, quizás transversal a todo tópico, Mauricio Macri la puta que te parió.

   Desde las
tierras de Donald Trump, nuestro corresponsal extranjero Leo Arsenio, en
Género y videojuegos”, se entromete de manera blanchotiana en las
narrativas de los videojuegos y señala, en base a un recorrido histórico de
varios casos, cómo una lectura de género no sólo es completamente posible sino
absolutamente necesaria. Casi en sintonía, Francisco Vanrell en su texto
La coca, la
carne y el fuego
” encuentra
en las películas de Isabel Sarli una pitonisa que augura los debates
contemporáneos sobre el deseo y el cuerpo de la mujer, logrando una relectura
contemporánea de una película y una figura sobre la que no se encuentran estas
apreciaciones.

   Como lo
monstruoso se construye también en colaboración, en nuestra sección de
discusiones y apedreos devenida diálogo traemos a Arce, Miccio y Grossi
que, en
Lucrecia
Martel y Lucas Biglia,

nos hablan de la película argentina del año: Zama que, así como lo decía Di Benedetto, se dedica a quienes
esperan. Se hizo esperar la adaptación fílmica así como se hizo esperar el
número tres de esta gran revista. Para todas aquellas víctimas, un texto que
comienza siendo un intento de aprehensión del film y que termina como un cruce
apasionante –lleno de momentos divagantes y delirantes– sobre estética.

   Las
colaboraciones son también varias y, como no podía ser menos, en el mes que se
suele celebrar a la mujer (debate elidido), tenemos dos grandes mujeres que nos
ayudan con dos grandes textos. Por un lado, la ya colaboradora de la casa, Silvana
Santucci
, nos regala su texto “
El lamento de
la ninfa ha sido oído (¡por fin!)

donde, anonadada y extasiada (las palabras no son de ella) frente a Les ponts des arts de Eugene Green,
encuentra allí, como en un Aleph milagroso, todos los valores y signos
inmortales de su tan querido y trabajado barroco. Otra mujer que se prende el
paracaídas y aterriza en este campo minado es Sofia Dolzani, quien nos
trae con ella
Aquarius: el hogar
como espacio de archivo,

un texto sobre la reciente película brasilera. ¿Cuánto vale un recuerdo? ¿Quién
tasa ese valor? ¿Qué ocurre cuando el mercado pone en venta los archivos de una
vida? ¿Cómo ponerle precio a lo invariable? Mercancía y memoria, instantaneidad
y cultura memorialista: marcas de una tensión que regula, en las prácticas de
la cultura, la coyuntura actual.

   Tres
invitados cierran nuestra sección de paracaidistas, cada vez más solicitada y
leída:

   Por un lado, Carlos
Surghi
, con “
Campo de apariciones”, se embarca en la traducción quimérica de Wallace
Stevens, pero en el momento mismo en el que parece extraviarse encuentra algo
más, inesperado: un diario de su experiencia que realiza, a su manera,
desplazado, el objeto de su tarea. Walter Romero, paracaidista borgeano,
nos trae una breve reseña con su texto “
El ying y el yang de la muerte”, haciéndose forma y enunciado la quietud blanca del
cuerpo enfermo. Desde la dualidad opositiva pero complementaria del ying y el
yang, Romero le da voz al umbral, siempre inexpresable, que separa la vida de
la muerte. Lo íntimo y lo colectivo se amalgaman para darle impulso, sobre el
poema, al aliento último del enfermo. Por último, y no menos importante, Hugo
Echague
nos regala (o no) su texto “
El psicópata y el héroe en la
cinta de Moebius”,
un repaso
breve pero intenso sobre el rol de ciertos villanos del género audiovisual para
intentar responder por qué es tan frecuente la separación entre lo villanesco y
lo no, y por qué motivos solemos inclinarnos por lo primero.

   En la sección
ficcional nos encontramos y les dejamos para ustedes cuatro textos. Dos
pertenecen a hombres de la casa, y el resto a gente querida para quienes firman
la revista.

 

   Leo Arsenio
nos trae “
Niños suaves”, un texto que, más que escatológico, es digno del
mismísimo von Präuse. Bruno Grossi nos acerca “
La destrucción” que más que destruir parece afirmar un breve texto
semi alégorico, semi ficcional, semi grito de ahogo. Philipp Edling, en “
La caída”, a mitad de camino entre el recuerdo y la invención,
presenta este cuento que es casi una bitácora hallada en un viejo cajón de un
viejo mueble de un viejo garage de un viejo lugar de reunión de algo que ya no
es. Juan José Guerra, desleal a su belicoso apellido, nos trae en “
Los patos” una historia sobre un observador que parece ver algo
que nosotros no podemos ver, en el accionar cotidiano de estas aves que a priori siempre parecen tan calmas y
mundanas.

   Finalmente,
en la sección Exhumaciones, con “
El hueco”, recordamos un relato sombrío y alucinante,
visionario e insólitamente adelantado a su época, de Carlos Catania, en
el que la intemperie del mundo se materializa en una zona a la vez extraña y
familiar: la nuestra, es decir, la de nadie.


Santa Fe-Paraná, Marzo 2018