[Publicado en Diario de poesía, N°3,
1986, p6
]

Diario de viaje al encuentro nacional de
literatura y critica en Santa Fe: Miércoles 10/9. A las 9 de la mañana quedamos
en encontrarnos en la Mariano Moreno. El colectivo sale a las 9.10 hs. Helder
llega a las 9.10 hs. pero todavía tiene que ir al baño. Salimos para Santa Fe.
El walkman, de sorpresa, no funciona. Nos quedamos sin Spinetta. Sin Joni
Mitchell. Helder lee Cavafis-Visor. Yo leo «La Razón». Esto, se sabe,
influye en los estilos de cada uno.

En Santa Fe dejamos los bolsos en la
oficina de Edgardo Russo, poeta y organizador, y nos vamos a tomar una cerveza
al Salta. Me gusta Santa Fe. Me gusta tomar cerveza en Santa Fe. Vamos,
después, a almorzar a Los Pinos. Larga mesa para pocos comensales de este
primer mediodía. Una mano se extiende y dice «Gola»; otra dice
«Veiravé»; otra «Martini Real»; otra dice
«Ricci»; una quinta dice «Carlos». Me doy cuenta de que
Carlos no es escritor.

La Universidad nos ofrece un
departamento frente a la estación de trenes, un poquito más acá de la laguna
Setúbal. Me gusta Santa Fe. Me gusta la laguna Setúbal que parece río.

A las 19 hs. tenemos presentación en la
Sala I de Extensión Universitaria. Se apagan las luces. Levanto mi brazo y,
repetido gesto y cansador, canto: «Relámpago lámpago» y Helder
detrás: «pago go». Así empieza el Encuentro Nacional de Literatura y
Crítica organizado por la Universidad Nacional del Litoral.

Un par de horas después Jorge Conti
dice: «Transmite LT 10 Radio Universidad». El majestuoso Paraninfo
queda en silencio. El rector Juan Carlos Hidalgo nos da la bienvenida. Recurso
estilístico saliente: el uso de «cual es» para introducir
subordinada. «Estuvo prudente el rector» le digo más tarde a Pauls.
«¿En qué sentido?» me pregunta. «En el mejor».

Primer panel en el Paraninfo: «Los
poetas de la generación del 50». Arriba del escenario Veiravé, Vanasco,
Madariaga (que parece un daguerrotipo de Laprida), Bayley, Gola. Coordina,
presenta y dedica a Paco Urondo, Martini Real. El debate no se termina de armar.
Madariaga lee el editorial de un número de «Letra y Línea». Veiravé
cita a Mario Jorge de Lellis. El resto de los panelistas pone cara de fastidio.
Gola y Vanasco prefieren callar. Bayley dice no haber visto dictadura que
propiciara una estética. Martini Real decide cortar el debate (que no era tal),
cita a Hegel y dice que él sólo quería deconstruir el concepto de una
generación del 50. El público aplaude un poco y se va.

Vamos a cenar a Los Pinos. Comemos
pollo. Se festeja el día del maestro y un cuarteto canta por las maestras.
Bailan las maestras levantando sus faldas y haciendo trencitos carnavalescos.
Romano mueve la pierna por debajo de la mesa, siguiendo el ritmo del cuartetazo.
Una muchacha que calza pantalones blancos y camisa abierta con generosidad me dice
estar enamorada de Pauls.

 

Jueves 11 /9. A las diez de la mañana se
realiza la mesa de «Cuestiones de nuestro teatro» con ponencias de
Monti, Ure y Ricci. Me la pierdo por tonto, por querer bordear la laguna
Setúbal. Me dicen que Ure es polémico y agudo. Una niña de no más de veinte
años sueña con Ricci. «Exageras», le digo. «No.»

Almorzamos pollo en Los Pinos. Hidalgo y
yo hablamos sobre política universitaria. Pauls y Castillo pelean por la
intriga del Ulises. Helder lamenta que Iparraguirre esté acompañada.

Después de almorzar Helder, Pauls y yo
nos vamos a la playa. Faltaba la cámara de fotos, pero todos recordamos la
historia: Viñas, Masotta, Sebreli.

A la tarde vamos a la puesta que hace
Lito Senkman de «Extraño juguete», de Susana Torres Molina. No
soporto que un actor se dé vuelta cuando tiene que darse vuelta, ni que se
hagan chistes en registro Calabró, salvo que se trate del propio Calabró. Y aun
así.

A la noche «Literatura e interpretación»
en el Paraninfo: un parrafito o un verso y una interpretación: Pezzoni sobre
Borges, Panesi (que parece Jimmy Connors) sobre Felisberto Hernández, Romano
sobre Marechal, Nora González sobre Girri. Pezzoni y Panesi leen e interpretan
un parrafito o un verso y una interpretación. Se me ocurre que con trescientas
personas de público no hay ámbito para un análisis microtextual. Romano salta a
lo ideológico. Una cita de Ramos y otra de Hernández Arreghi le provocan a uno
cierto malestar. Pero Romano no lee, sino que charla. Y esto es una marca de
honestidad. Al final: si Girri es de por sí un poco pesado, González no hizo
nada por alivianarlo. Hablar de la distancia de Girri con respecto a su generación
cuarentista es, desde siempre, un lugar común. Dos notas: la una, la dificultad
de la crítica (Pezzoni, Romano y González en este caso) para hablar de poesía;
la otra, la lamentable ausencia, por pasajera enfermedad, de Nicolás Rosa.
Inteligencia y espectacularidad faltaron a la cita.

Cenamos pollo en Los Pinos.

 

Viernes 12/9. Temprana la mañana Russo y
Rafael Bruza presentan trabajos del taller literario de Extensión Universitaria
de la U.N.L. Fotografías y trabajos realizados a partir de esas fotografías. Le
digo a Russo gustar de la idea mas no de los trabajos. A Russo le gusta que me
guste la idea mas no que no me gusten los trabajos. Russo quiere que me guste
todo. Y a mí no me gusta todo.

En la misma sala (Extensión
Universitaria II) inaugurada en la oportunidad, Hugo Gola y Edgar Bayley se
sientan a la mesa convocados por «la experiencia y la palabra poéticas».
Hace calor. Bayley y Gola se interrumpen, conversan, se ríen. Coronan la sala
los nombres de Girondo y de Ortiz. Se descalifica a un cierto Borges y a Girri.
La experiencia poética, el estado de gracia, el estado de alerta, la palabra o
el silencio de los místicos. Gola recita a Yeats. Desde el llano participan
Javier Torre y Rodolfo Rabanal. Madariaga cierra con una precisa cita de un
poeta ruso. Hélder y Bayley creen que la cita es en realidad del propio
Madariaga, oculto pudorosamente bajo el verosímil ruso.

Almorzamos en el campo de deportes de la
Universidad. Pollo asado.

A la tarde vamos con Diana Bellessi y
Helder a la presentación de este diario en el programa «Café y Bar»
que conduce Jorge Conti por LT 10. Tomamos un café. Nos sacan fotos. Veo el
micrófono, la luz roja, la cámara fotográfica. Me siento filmando una película
pre- cinematográfica.

Viajamos a Paraná a un homenaje que
Gola, Bayley, Veiravé y Madariaga harán a Juan L. Ortiz en el teatro Tres de
Febrero. Todavía impresionados por el Juanele personaje, pero eludiendo
elegantemente la hagiografía, los cuatro dieron una lección ejemplar de cómo se
debe hablar acerca de la poesía: claridad, pasión, y después, si se gusta,
artificios. Volvemos a Santa Fe sobre el fin del panel «La novela argentina»
(Piglia, Castillo, Rabanal). Sólo podemos escuchar la ponencia de Piglia (que
se parece a Larry). Me gusta Piglia. Me gusta su terrorismo y su prosa que
seduce por brillante. Cenamos en Los Pinos. Veo una pechuga muerta sobre mi
plato. Abandono. Me como una ensalada de lechuga y me voy a dormir.

 

Sábado 13/9. Me levanto a las ocho y
preparo mis papeles. Desayuno con Helder y con Sergio Cueto. Cerca de las 11
hs. empieza el panel sobre «Nueva poesía argentina» (Russo,
Kamenszain, Bellessi, Martini Real, Carrera, Aldo Oliva, yo). Sin mucha
eficacia, coordina D. G. Helder. Russo presenta un formalismo ruso aplicado a
la nueva poesía argentina; habla de las imposibles suturas entre populismo y
vanguardia; habla, claro, de Leónidas Lamborghini. Kamenszain habla del otro
Lamborghini y de Perlongher en nombre de la nueva poesía argentina. Bellessi
presenta un trabajo sobre la poesía escrita por mujeres y lee un hermoso poema
de Irene Gruss. Martini Real hace un panorama y tira un dato para los
sociólogos: treinta mil desaparecidos con la dictadura, treinta mil poetas con
la dictadura. Nadie entiende la analogía. Los sociólogos no se hacen cargo. Carrera
se pone lentes oscuros y dice que los únicos poetas son los niños, cita al
circo de los hermanos Fratellini y recita: «¿Por qué te hiciste puta? /
Por el vino y por la fruta». Oliva dice no saber si es nuevo, pero estar
seguro de que es bueno y lee y analiza poemas de Marilyn Contardi, de Juan
Manuel Inchauspe y de Estela Figueroa. Se vislumbra una polémica en torno al
neobarroco. Pero para mantener el carácter protocolar del encuentro, no se
polemiza.

Nos vamos a almorzar (¡un bife!) a Los
Pinos. Aguinis extiende su mano auspiciosa a los comensales. A Pauls y a mí nos
gusta Bettina. Pero Bettina ni nos sonríe. Nos gusta más.

A la tarde voy a la puesta que hace
Bruza de «El extraño jinete» del belga Michel de Ghelderode. Me gusta
la puesta. Su imaginación. Sus blancos. Sus sombras. No sé, en cambio, si me
gusta la obra. Su romanticismo. Su alegoría.

Por la noche Pauls, Vanasco, Libertella
y Fernando López, coordinados por Conti, hablan sobre «Literatura y
sociedad». Pauls es el mejor alumno de Piglia («su prosa que seduce
por brillante, su terrorismo») y habla de Borges, de Gombrowicz, de
Osvaldo Lamborghini. Una señora no le permite que hable mal de Borges. Y tiene
razón. López presenta una defensa del federalismo. Se pregunta por qué hay
tantos porteños en este encuentro. «Por el vino y por la fruta»
debería habérsele contestado. Interioristas paranoicos atacan. Porteños paranoicos
se defienden. Hay un clima que vira de la ira a la joda. Carrera se saca los
lentes que se había puesto a la mañana, Helder se retira, Pauls, desde el
podio, se acomoda el foulard, yo me prendo un faso. Conti intenta achicar el
pánico. Y lo achica.

Me tomo una cerveza en la pizzería
Circus, de Leónidas Lamborghini. Una amiga me dice estar enamorada de Abelardo
Castillo. Me tranquiliza saber que el encuentro termina al día siguiente. No
querría pensar en las rupturas, en los posibles divorcios. Toda esta gente
enamorándose por ahí, como si se tratan de una joda. ¿No es una joda?

A la una empieza la proyección de
«Gombrowicz o la seducción: representada por sus discípulos» de
Alberto Fischerman. Me gusta esta morosidad, estas gentes hablando frente a una
cámara fija, pero mirando hacia un costado y la cámara quedándose hasta que
hayan terminado de decir y un rato más todavía. Me gusta esta niña que repite
mil veces un poema de Gombrowicz, una vez y otra vez y otra con sombras que
cambian el color corno si se tratan de un error.

A las tres nos vamos a comer una pizza.
Adela U. dice que cuando uno no se puede dormir tiene que abrir mucho los ojos
y después se duerme. Al día siguiente Raúl Beceyro proyectará su película
«Reverendo», Juan B. Ritvo presentará la revista
«Paradoxa», el mexicano José Agustín presentará el libro de Femando
López y Aguinis dirá palabras de cierre. Pero yo ya estoy muy cansado. Me duele
todo el cuerpo. Son las cinco y me duele todo el cuerpo. Lo abrazo a Ricci. Lo
abrazo a Pauls. Russo me carga en su ciclomotor y me lleva hasta el
departamento. Lo abrazo a Russo también. Preparo mi bolso. Helder se ducha y
prepara el suyo.


Domingo 14/9. Amanece sobre la
autopista. Y estamos todavía con los ojos abiertos.